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20 mayo 2013

Viaje por una de las rutas mutiladas por Renfe

Ronda-Algeciras: un viaje por una de las rutas mutiladas por Renfe

12 grados. Una docena de jubilados (todos hombres) espera en el modesto vestíbulo de la estación de Ronda y observa, sin perderse un detalle, el trajín de los viajeros. “¿Dónde vamos a estar mejor? Hace frío y aquí nos entretenemos”, comenta Miguel García, de 69 años, que se levanta tras dar su opinión al forastero. “¡Miguel, vámonos!”, grita un compañero.

Aún quedan diez minutos para que llegue el tren Altaria, procedente de Madrid, en dirección a Algeciras. María Luisa Martínez, la supervisora de la estación, lleva 30 años trabajando en Renfe. La compañía ha suprimido de momento tres conexiones (una directa entre Madrid y Segovia y dos en Andalucía, las que unen Ronda-algeciras y Córdoba-Bobadilla). Sin embargo, según confirmó Renfe a El Confidencial, la compañía está estudiando con las Comunidades Autónomas la supresión de un número de líneas que sus portavoces prefieren no determinar. Entre las potenciales candidatas a desaparecer se encuentran todas las que no figuran en un Real Decreto del 28 de diciembre, que detalla las que deben permanecer, pues se consideran de servicio público y están garantizadas.
“Hay gente enfadada y es muy triste que quiten servicios. Hay pueblos de la Serranía que no tienen otra opción mejor para viajar”, señala Martínez. Ella es la jefa de una de las rutas andaluzas de ferrocarril afectadas por los recortes de Renfe: el 12 de mayo suprimieron el tren de las 7.30 horas hacia Algeciras y el de las 19 horas dirección Ronda. Ambos son de media distancia (quedan otros seis servicios). Cuestan 10,70 euros, poco más de la mitad que los 19,70 del Altaria.
Quedan cinco minutos para que llegue la máquina a la ciudad que enamoró a Hemingway, Rilke y Orson Welles (sus cenizas están en la finca de Antonio Ordóñez). Esta es la ciudad de 40.000 habitantes a la que se le prometió un AVE y que carece de comunicación por autovía (la autopista pertenece al género de la ficción) con el interior de Málaga, la Costa del Sol y las limítrofes provincias de Cádiz y Sevilla.
Un hombre de unos 30 años, que no desvela su nombre, pide un billete para dentro de un par de horas. Lleva tres años en el desempleo. Es uno de los 5.300 parados de la ciudad. Reconoce que Ronda está dejada, que cierran fábricas, empresas y que se tarda demasiado en llegar a cualquier otro sitio. “Soy electricista y hago chapucillas. Menos mal que no estoy casado ni tengo hijos. Si no, ¿de qué voy a vivir? Aquí si no quieres tardar una eternidad en el viaje te tienes que ir a Antequera o Málaga. Deberíamos tener mejores comunicaciones”.
El tren de las 12.21 horas llega con un par de minutos de retraso. Nadie se sube. Circula hacia Algeciras (tarda una hora y veinte minutos) con tres cuartos de aforo. El bar, situado en la frontera que divide la clase Turista y la Preferente (hay cinco diarios nacionales a disposición), se anima entre los que piden un Donut a la hora del vermú, una caña de cerveza rápida y un paquete de patatas fritas (“mejor que sean dos”) para engañar –más bien engordar– al estómago.
A los Altaria aún no ha llegado la pantalla plana. Dos hermanas de nueve y dos años confraternizan con la mirada cómplice de su madre y abuela. La cobertura del móvil está caprichosa. Aparece y desaparece. Los viajeros tienen ganas de llegar ya. “Esto se hace largo cuando eres consciente que estás cerca”, admite una viajera. Cerca de la estación San Roque-La Línea un muro exhibe un exabrupto fácilmente imaginable contra Mariano Rajoy y un mensaje en estos tiempos de cólera y desesperanza: “Tu pueblo se muere de hambre”.
Los hay como Wally y Ruth, de 65 años, que no saben de qué va esta crisis crónica de Españistán. Ellos proceden del lugar más lejano posible, son australianos, de Melbourne, y están haciendo un gran viaje por toda Europa. “Estamos encantados por haber llegado hasta aquí”, relata Wally.
En un bar cercano a la estación de Algeciras, desde donde se divisa el puerto, uno de los más importantes del Mediterráneo que conecta con África, José Antonio, un trabajador de Renfe, se come un tentempié antes de tomar el tren de las 15.55 horas que va hacia Ronda y termina en Granada. “Los trenes que han quitado iban vacíos. Algún día iba sólo el maquinista y el interventor del tren. Esto es lo que hay: hay recortes y nos tenemos que aguantar”, explica.
Los dos servicios cancelados fueron utilizados por 10.400 viajeros (en 2011. Renfe no pudo facilitar a El Confidencial las estadísticas de 2012). Su puesta en servicio tuvo un coste de 524.000 euros, de los que 477.000 fueron sufragados “por el erario público debido a que los ingresos por venta de billetes sólo cubrieron el 9% de los gastos”. Renfe llama a estos recortes “Plan de racionalización”. La empresa resalta los déficits de los servicios ferroviarios. El 51,7% de los trenes se destina a cubrir servicios que sólo utiliza un 16% de los viajeros y presentan un aprovechamiento inferior al 15%, explican.
“El tren de la siete es fundamental”
May Arenas, de 21 años, estudia Magisterio en La Línea. Su familia es natural de Cortes de la Frontera. Allí acudía cada fin de semana en el tren de las 19 horas. Ese horario era muy bueno para ella porque podía aprovechar más el tiempo en Algeciras. “Es un poco justo coger el tren de las 15.55 horas. Debería de haber otro tren, al menos los viernes, sábados y domingos, que es cuando más gente se mueve”. El tren va al 90% de ocupación.
 
Algo peor lo lleva el brigada Reina, de 54 años, que lleva 37 en el Tercio Duque de Alba de La Legión en Ceuta. “No entiendo cómo han quitado el servicio de las siete de la tarde: es fundamental para toda la Serranía”. Lo corrobora el cabo mayor Bermejo, de 44 años, que lamenta que no le queda otra opción que coger el barco Ceuta-Algeciras a las 1.30 horas para regresar a casa el fin de semana. “Tenemos que pedir permiso y eso no siempre es fácil. También dependemos del horario del barco, siempre impuntual y que muchas veces no sale por el mal estado del tiempo”, resalta el cabo Bermejo.
María José, de 38 años, trabaja de empleada del hogar en Algeciras, y vive en Jimena de la Frontera, un pueblo de 10.000 habitantes. “Yo tomo este tren todos los días. Me he comprado un bono que me cuesta 33 euros a la semana en vez de los 10,70 euros al día que me costaría sin bono. Hay mucha gente que ya no puede ir en tren a trabajar a Algeciras”. El primer tren que llega a la capital del Campo de Gibraltar en media distancia, es a las 11.01 horas, una hora incompatible con un empleo estándar, con horario fijo.
“Las carreteras son muy malas y con muchas curvas, llevo 40 años cogiendo este tren. No se debería suprimir porque las comunicaciones son malísimas”. Lo dice una señora que vive en Algeciras, de unos 55 años, natural de Montejaque, que va acompañada de su hija, de unos 20 años. Un grupo de trabajadores que construyen la cárcel de Ceuta y toman el tren Algeciras-Ronda lamentan esta escasez de comunicaciones. “Nos faltaría también una nueva autovía, sin curvas, con Marbella”. Lo dice un chico de unos 25 años que lleva puesta la camiseta del Málaga CF con el dorsal del futbolista Joaquín.
El tren llega a Ronda. Llueve, como en un poema de Rilke. Los empleados de la estación se toman un café mientras la televisión de la cafetería emite el programa de Juan y Medio de Canal Sur. Son las 17.36 horas. Nadie esperará el tren de Algeciras de las 20.20 horas. No llegará.


fuente  http://www.elconfidencial.com/

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