UN AVE PARA CERCANÍAS
Tómas Fernández
Dicen que excepción hecha
del transbordador Challenger y del tren de levitación magnética de
Shanghai, el AVE español resulta ser el medio de transporte más caro de
todos los existentes en el planeta Tierra. Dicen también que con poco
más de veinte millones de pasajeros en toda la red en 2011 la inversión
en alta velocidad no alcanza el umbral mínimo de rentabilidad que tiene
establecido la Comisión Europea.
Y dicen así mismo que, dejando de lado el coste de la inversión, resulta prácticamente imposible conseguir beneficios en la explotación de la red española sin la ayuda de subsidios, dado el alto coste de funcionamiento y mantenimiento de la infraestructura: entre 100.000 y 200.000 euros por kilómetro y año. Concluyen todos ellos, por tanto, que el AVE es una locura y que representa el paradigma del despilfarro público.
Dicen, y tal vez los datos ofrecidos sean verdad. Pero digo yo y dicen otros que por encima de los números el AVE tiene otros efectos o derivaciones no menos dignas de consideración. No servirá –es cierto- para hacer dinero, pero sí sirve para hacer país; para vertebrar mejor el territorio; para arrastrar tras de sí el desarrollo y riqueza que producen unas comunicaciones rápidas y eficaces.
Quienes muñen los lazos profundos entre gentes distintas y distantes –se ha escrito estos días- son las grandes infraestructuras públicas. Así lo destacaron el pasado martes las autoridades nacionales presentes en la inauguración. Desde el propio Príncipe Felipe hasta la ministra de Fomento, pasando por el presidente del Gobierno.
No así el presidente catalán, Artur Mas, quien ante tan altas representaciones del Estado y del Gobierno de la nación no tuvo empacho en continuar con sus desplantes y hablar de una unidad de mercado que “hemos de buscar nosotros a escala europea”, como si España no existiera y no fuese ésta quien le estaba pagando, entre otras muchas cosas, la línea Barcelona-Girona-Figueres que se acababa de inaugurar.
Un total de 131 kilómetros, cuya construcción había supuesto una inversión superior a los 3.700 millones de euros, sin incluir las obras de adecuación de tres estaciones. Y una línea en la que Renfe está ofertando inicialmente más plazas de tarifas Avant, para trayectos cortos, que de AVE, para distancias más largas.
Es decir, que al señor Mas le han puesto una línea de cercanías con modalidad de alta velocidad y que termina por unir a todas las capitales de la comunidad. Lo que nadie tiene. Una línea AVE que no sólo puede batir al avión en los trayectos largos, sino que pretende hacerse imbatible frente al mismísimo coche privado en la corta distancia. Eso sí que es despilfarro público. Y encima se sigue quejando.
Y dicen así mismo que, dejando de lado el coste de la inversión, resulta prácticamente imposible conseguir beneficios en la explotación de la red española sin la ayuda de subsidios, dado el alto coste de funcionamiento y mantenimiento de la infraestructura: entre 100.000 y 200.000 euros por kilómetro y año. Concluyen todos ellos, por tanto, que el AVE es una locura y que representa el paradigma del despilfarro público.
Dicen, y tal vez los datos ofrecidos sean verdad. Pero digo yo y dicen otros que por encima de los números el AVE tiene otros efectos o derivaciones no menos dignas de consideración. No servirá –es cierto- para hacer dinero, pero sí sirve para hacer país; para vertebrar mejor el territorio; para arrastrar tras de sí el desarrollo y riqueza que producen unas comunicaciones rápidas y eficaces.
Quienes muñen los lazos profundos entre gentes distintas y distantes –se ha escrito estos días- son las grandes infraestructuras públicas. Así lo destacaron el pasado martes las autoridades nacionales presentes en la inauguración. Desde el propio Príncipe Felipe hasta la ministra de Fomento, pasando por el presidente del Gobierno.
No así el presidente catalán, Artur Mas, quien ante tan altas representaciones del Estado y del Gobierno de la nación no tuvo empacho en continuar con sus desplantes y hablar de una unidad de mercado que “hemos de buscar nosotros a escala europea”, como si España no existiera y no fuese ésta quien le estaba pagando, entre otras muchas cosas, la línea Barcelona-Girona-Figueres que se acababa de inaugurar.
Un total de 131 kilómetros, cuya construcción había supuesto una inversión superior a los 3.700 millones de euros, sin incluir las obras de adecuación de tres estaciones. Y una línea en la que Renfe está ofertando inicialmente más plazas de tarifas Avant, para trayectos cortos, que de AVE, para distancias más largas.
Es decir, que al señor Mas le han puesto una línea de cercanías con modalidad de alta velocidad y que termina por unir a todas las capitales de la comunidad. Lo que nadie tiene. Una línea AVE que no sólo puede batir al avión en los trayectos largos, sino que pretende hacerse imbatible frente al mismísimo coche privado en la corta distancia. Eso sí que es despilfarro público. Y encima se sigue quejando.
fuente: http://www.elidealgallego.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario