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23 febrero 2014

La olla ferroviaria y su tertulia

ramiro - Potajes de vía estrecha

«¿qué pasa, que los corderos de león tienen ocho patas?», decía josé luis coll a la peña leonesa que preparó caldereta en telecinco, ante lo mucho que ponderaban los productos de esta tierra. y es que el artilugio está lleno de anécdotas y posibilidades

 

Emilio Gancedo 23/02/2014 Es una especie de batiscafo de latón, un sputnik de vía estrecha que en vez de la estratosfera alcanzaba los ribazos de Pedrún o los riscos de Mataporquera o las campas de Balmaseda. Un artilugio con trampillas y orificios de ventilación por donde humeaba un delicioso contenido de enorme poder calórico y siempre reconfortante. Versión reducida y alimenticia de la locomotora —en vez de caldera, cazuela, pero ambas alimentadas a base de hulla cazurra—, en su panza se cocinaron gloriosos potajes de alubias y garbanzos que calmaron los siempre agitados estómagos de mil maquinistas y viajeros en vagón de tercera.
Hoy no hay paisano, hoy hay olla ferroviaria, un invento entrañable y muy de esta tierra de guardaagujas y fogoneros; y son muchos los paisanos que la han seguido conservando y que la usan en encuentros y hermandades. Precisamente hoy al mediodía, en la plaza de San Martín, culminan unas sustanciosas Jornadas de la Cuchara organizadas por los hosteleros del Barrio Húmedo con una concentración de ollas ferroviarias que quiere ser continuación y espaldarazo a los potajes que en la ciudad vieja vienen cada año preparando cuadrillas de parroquianos de forma espontánea.
Buenos conocedores del hermoso y útil artefacto son Alejandro Gutiérrez y su hermano Bernardo, y Juan Carlos Ponga, investigador, experto en urbanismo y sabedor de cada rinconada leonesa, en todos los barrios familiar; a los tres los reunimos en torno al vino, al garbanzo y al recuerdo cazoleril. Alejandro, natural de Garaño, ha sido el único paisano con la visión suficiente como para patentar un rumboso modelo de olla ferroviaria —es el que muestra la foto—, del que sacaron cientos de unidades. Alejandro lamenta profundamente que asociaciones, agrupaciones y cofradías no hayan sabido sacar partido a una tradición tan nuestra y sugestiva. «Cuando la Expo de Sevilla, les planteé a los hosteleros que la llevaran al pabellón, pero me dijeron que no les encajaba», recuerda. Y es que la idea había surgido en torno al año 90, cuando en aquella Peña La Chistera que hacía tan divertidas y satíricas carrozas para el carnaval llegó Postigo con una olla ferroviaria, casi siempre obra de artesanos puntuales. Alejandro la miró y la remiró: «Me has complicado la vida...», le dijo entre risas. Patentaron un modelo diseñado a conciencia y en una ocasión llegaron a vender 300 de golpe a una peña bañezana. «Porque teníamos nuestro comercio, que si nos llegamos a poner en serio con esto...», fantasea Bernardo, y es que ambos, ahora jubilados, regentaban la conocida tienda de decoración Alber. «Y en Internet, teníamos que habernos metido en Internet», envisca Alejandro. «Mira, por aquí debajo se metían las brasas, y la ceniza caía en esta bandeja —ilustra Ponga—. Y la cazuela va aquí encajada, ésta tiene capacidad para cinco litros. Tiene asas y se puede llevar y traer, y en ella el maquinista y demás operarios del tren hacían sobre todo puchero de legumbres, para comer durante los viajes o en las estaciones».
Alejandro llegó a ir con su peña al programa Hablando se entiende la gente, que entonces presentaba en Telecinco José Luis Coll, y allí mismo preparó en la olla una caldereta para chuparse los dedos. Tanta promoción hicieron de los productos de aquí que Coll exclamó, algo picado: «Pero qué pasa, ¿que los corderos de León tienen ocho patas o qué?». Otra vez hicieron patatas con congrio y almejas en plena playa de la Lanzada y los bañistas se agolpaban pensando que había degustación gratuita. Y Ponga hasta la pujaba en sus rutas montañeras, «lo que pasa es que nadie era capaz de ir detrás de mí, de lo bien que olía aquello».
«Esto llama la atención, es algo diferente, nuestro, que podían poner los restaurantes, que se podía relanzar como se hizo con el botillo», dicen y proponen unos y otros, hay buenas ideas, imaginación por doquier, pero después aterrizan de hocico sobre la dura realidad y alguien susurra al fondo:
—Que estás en León, Ponga...

fuente  Diario de León

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