Noventa años del tren de Larrun
El histórico ferrocarril del Pirineo celebra el sábado su nonagésimo aniversario. En 1936, un convenio para los trabajadores de las antenas lo salvó de desaparecer
Por esta experiencia pasan cada año cerca de 350.000 visitantes, que tardan 35 minutos en recorrer sobre las vías el último tramo del monte Larrun, para llegar a la cima que se encuentra a 905 metros por encima del nivel del mar. Una vez arriba el marco es incomparable: los Pirineos, las siete provincias vascas y las playas infinitas de las Landas y de la Costa Vasca, el campo de visión llega desde Bia-rritz hasta Donostia. Y para acompañar el momento, arriba también hay tres ventas en las que se puede adquirir comida o bebida.
SOBREVIVIÓ El uso de este tren en concreto nunca fue de transporte de mercancías, ni de viajeros. En realidad, se construyó con un objetivo meramente turístico, como el funicular de Igeldo de Donostia, que sirve para el recreo. Las personas que se acercan a estos dos lugares no suben por otro motivo que no sea su propio disfrute.
Fue inaugurado en 1924, por una filial de la compañía ferroviaria que gestionaba los ferrocarriles del sur francés, hasta que catorce años después, en 1936, se nacionalizaron. Se trataba de la compañía Midi, que tenía a su cargo otros trenes como el que de Burdeos a Hendaia y el de Burdeos a Toulouse.
Juanjo Olaizola, experto en ferrocarriles e impulsor del Museo Vasco del Ferrocarril, explica los orígenes del tren de Larrun. “La mayoría de trenes de vía estrecha llegaron tarde, porque se inauguraron en los años 20, cuando ya había surgido el transporte mecánico por carretera, como los coches y los autobuses”, recuerda. La filial VFDM (en castellano, Vías Férreas Departamentales del Sur) se dedicó a construir líneas complementarias a la red principal de los ferrocarriles del Midi. Su gran proyecto era hacer un tren de vía estrecha y eléctrico que fuera desde Baiona a Biarritz, de Biarritz a Donibane Lohitzune, y después a Hendaia.
“Ese mismo tren tenía un ramal desde Donibane Lohitzune a Sara, y de ahí al col de San Ignacio. Allí la gente podía transbordar al tren de cremallera que también era de la misma compañía”, aclara el experto, ilustrando cómo se podía acceder al tren de cremallera en aquella época. Según Olaizola “todo esto se hizo, sobre todo, para potenciar el movimiento de turistas que ya había en la zona, y así aportar viajeros a la línea principal del Midi”.
Sin embargo, estos trenes duraron poco. En 1936 ya habían desaparecido y, de todo ese sistema de red ferroviaria estrecha de Iparralde, solo sobrevivió precisamente el tren de cremallera de Larrun. “Allí no había una carretera por la que poder subir en autobús o en coche. Era un lugar muy incómodo para ascender y ver las vistas -añade- salvo que se subiera a pie”.
Pero se mantuvo en el mapa porque en la cima de Larrun “se pusieron una serie de antenas de comunicaciones y radares. Entonces el tren era necesario para que subiesen los empleados”, destaca Olaizola. Durante los años en los que apenas había turismo, el Gobierno francés firmó un convenio para que así siguiera funcionando el tren y los trabajadores pudieran ascender. Era época de crisis y “probablemente, en otras circunstancias, se hubiera cerrado. Así que gracias a eso se salvó”, argumenta.
Olaizola también dio un dato que ilustra bien la idiosincrasia de cada país: “El lado francés de los Pirineos está lleno de tecnología: antenas, emisoras, y ese tipo de cosas, mientras que en nuestro lado lo que hay son bares”.
UN TREN SINGULAR Este tren de cremallera es algo singular. Posee una característica que lo hace casi único desde el punto de vista de la historia de la tecnología: su sistema de electrificación. Normalmente los trenes se electrifican o en corriente continua o en corriente alterna monofásica, que es la que tienen los trenes de alta velocidad, como los de Euskadi. Pero este tren, en vez de llevar una corriente alterna monofásica, la lleva trifásica, una tecnología muy primitiva que ya no existe. Quedan muy pocos ferrocarriles en el mundo con este sistema de electrificación. Hay dos o tres líneas en Suiza, también el que va al monte Corcovado en Brasil y el tren de cremallera de Larun.
el primer destino Desde el primer viaje, que fue en 1924, su historia, sus vistas y su particularidad han atraído cada año a más turistas. El año pasado fueron 330.000, la mayor parte de ellos llegados desde Francia, luego España y después Inglaterra. El tren de Larrun es el primer sitio turístico de los Pirineos y, para agilizar el transporte en los meses de temporada alta, se aumenta las frecuencias de subida y bajada. En julio y agosto el horario es continuo, desde las 8.30 hasta las 17.30 horas. La temporada comienza el 15 de febrero y finaliza el 11 de noviembre. Después se retiran los trenes para mantener una buena conservación, revisarlos, y adecentarlos para la siguiente temporada. El precio siempre es de 17 euros la ida y la vuelta para los adultos (14 solo ida o solo vuelta), 10 euros para los niños (7 ida o vuelta) y 8 euros para las mascotas (5 un solo viaje).
POR SU ANIVERSARIO Ayer sábado 28 fue el día del 90 cumpleaños del tren. Teatro, gastronomía, creaciones gráficas y música amenizaron la jornada, desde la estación de salida hasta la cima. En el recorrido se pudieron encontrar carteles de varios artistas como Manon Boulart, que proviene de Ciboure; Aude Picault, de París; o Guillaume Josué, de Hendaia. Cada uno de ellos ilustró, a su modo, la montaña y el tren. En toda la zona se pudo también escuchar a la Orquesta Regional de Baiona Costa Vasca, que además cumplió este mismo día sus 40 años. Por otra parte, se pudo disfrutar de las interpretaciones de la compañía de teatro Des Vents Marées, desde las 10.00 a las 17.00 horas.
Las actividades no acaban ahí. Los turistas de entretuvieron con una creación culinaria de un chef de la talla del vanguardista Iñaki Azpirarte, del restaurante Châteaubriand, que reinterpretó la elaboración del talo y la ofreció a los visitantes. En el acto, que tuvo lugar de las 11.00 a las 15.00 horas en la cima, también estuvieron los cocineros Jon Harlouchet, del caserío Idiartia, y Corinne Minaberry y Patrick Salaberry del caserío Bixartea, entre otros. Para los amantes de las aves, a las 12.00 horas desde la cumbre, se soltaron cinco pájaros, dos de ellos buitres. Este plan familiar fue especialmente accesible para los habitantes de Donibane Lohitzune y de Sara, porque la organización habilitó autobuses gratuitos desde ambos lugares.
fuente Deia
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