Cine sobre raíles: 10 películas que viajan en tren
Mientras Jeremy Irons saca billete para un 'Tren de noche a Lisboa', nosotros hemos reservado plaza en estos ferrocarriles que hicieron historia
El maquinista de la General (C. Bruckman, B. Keaton, 1926)
Itinerario: Después de los Lumiére y de El gran robo y asalto al tren, El maquinista de la General culminó la terna de locomotoras del cine primigenio, y lo hizo muy bien. Amén de gags descacharrantes, esta película nos ofrece escenas de acción en las que Keaton se jugó el tipo (una de ellas le costó una lesión vertebral bastante fea) y que aún hoy nos ponen a tope de revoluciones con su sencilla espectacularidad. Para colmo, en el fondo del argumento late una pregunta con bastante mala leche: ¿a quién quiere más el héroe, a su tren, o a su chica?
Alarma en el expreso (Alfred Hitchcock, 1938)
Itinerario: Pensábais que íbamos a incluir Extraños en un tren, ¿verdad? Pues va a ser que no, porque en dicho filme el ferrocarril es sólo una premisa (o, en términos más hitchcockianos, un macguffin) mientras que en Alarma en el expreso 'Hitch' no nos deja bajar al andén ni para estirar las piernas. Este thriller con espías y desapariciones no sólo prefiguró la pasión del británico por las intrigas sobre raíles (esa que resurgiría en Con la muerte en los talones, por ejemplo), sino que también batió récords de taquilla en su estreno, alertando una vez más a Hollywood acerca de ese señor tan gordo y tan talentoso.
El tren (John Frankenheimer, 1964)
Itinerario: Bastante deudora de La bataille du rail (el filme que René Clément rodó en plena II Guerra Mundial), esta obra maestra del cine bélico nos plantea un interesante dilema: a lo largo de su metraje nunca tenemos claro si el tren de marras es más o menos potente que su perseguidor y saboteador, un Lancaster en plenitud de facultades. Rodada en escenarios naturales, con un villano de impresión (Paul Scofield) y una fotografía en blanco y negro dura como un cojinete, El tren es una película que no puedes perderte: su tremenda escena final te hará contener la respiración.
Pelham 1.2.3. (Joseph Sargent, 1974)
Itinerario: Bueno, venga, esta película transcurre en el metro de Nueva York. Pero oye, un tren no deja de ser un tren por circular bajo tierra... Bromas aparte, y olvidando en lo posible el remake de 2009 con Denzel Washington y John Travolta, este filme es un ejemplo de cómo acumular una premisa tras otra puede resultar en un clásico: no es sólo que el policía Walther Matthau tenga que enfrentarse a una crisis con rehenes, sino que también debe atender a un grupo de ingenieros japoneses y (para colmo) a un alcalde con gripe. Gesundheit!
Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974)
Itinerario: En el mismo año en el que Pelham 1.2.3. mostraba el aspecto más cotidiano del ferrocarril (secuestros aparte), esta adaptación de la novela de Agatha Christie apostó por el sabor de los grandes viajes transcontinentales, con su glamour, sus vagones de superlujo y sus misteriosos asesinatos. En otras manos, el filme hubiese resultado un tostón, pero la buena mano del director y los actores (ojo a esa Ingrid Bergman autoparódica) consigue que no queramos apearnos ni por un segundo.
El expreso de Chicago (Arthur Hiller, 1976)
Itinerario: ¿Hay algo más inoportuno que perder un tren? El expreso de Chicago demuestra que sí: ser arrojado de él una vez, y otra, y otra... Sacándole partido a las enseñanzas de Alarma en el expreso, este filme unió para siempre las carreras de Wilder y Pryor (algo que, mal mirado, acabaría resultando en No me chilles que no te veo) y se lució dotando al expreso de marras con la entidad de un personaje bastante malévolo: cada vez que el protagonista exclama "¡Hijo de...!" mientras le ve alejarse, es inevitable empatizar con él.
El tren del infierno (Andrei Konchalovsky, 1985)
Itinerario: Después de abandonar la Unión Soviética, y antes de dirigir Tango y Cash, Konchalovsky tomó prestado un guión de Akira Kurosawa (palabras mayores) para filmar esta obra maestra. ¿Dónde está la gracia de la película? Pues en que, como apunta la ferroviaria Rebecca DeMornay, el expeditivo abordaje por parte de los presidiarios ha dejado el tren sin frenos, condenándolo a una aceleración imparable hasta el inevitable castañazo. Los intentos por detener la máquina se suceden, y la película atraviesa un páramo equidistante entre la acción pura y dura y el thriller psicológico.
Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007)
Itinerario: Abandonamos el frío de Alaska y los rigores del cine de acción para visitar terrenos más cálidos con la parsimonia de la que sólo Wes Anderson es capaz. Porque, puestos a superar las muertes en la familia y los desengaños sentimentales (véase el corto Hotel Chevalier para más detalles), ¿qué mejor que recorrer el país del Ganges a bordo de un tren de lujo, con unas maletas de Gucci y dejando caer homenajes a Jean Renoir y Satyajit Ray? Desde luego, este Wes sí que sabe.
El vagón de la muerte (Ryuhei Kitamura, 2008)
Itinerario: Una vez más nos toca adentrarnos en las profundidades del metro. Pero ojo, porque en nuestro repaso faltaba una película de terror... Y el responsable de este filme no es otro que Clive Barker (Hellraiser), cuyo tremendo cuento El tren de la carne de medianoche sirve de arranque para una historia que llega más lejos de lo que podrías (o querrías) imaginar. Al menos, arroja una posible explicación sobre por qué es tan caro sacar un billete.
fuente You Tube Cinemanía
No hay comentarios:
Publicar un comentario