Ya no hay tren a murcia
23.04.2013 |
JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ-ABARCA
En la estación de Chamartín advertí el otro día, no muy sorprendido ciertamente, que Murcia había dejado de existir. Tenía que pasar, y a mí la noticia me pilló en esa estación de tren igual que a los habitantes de Pompeya la lava del volcán los convirtió en estatuas mientras se desperezaban. Por el servicio de información de Chamartín constaté que los trenes desde Madrid ya no tenían como destino Murcia-Cartagena, lo que sucedía desde tiempo inmemorial, sino que sólo se citaba la llamada 'ciudad departamental' (hoy el departamento de la otra si acaso es Murcia). Es buen sistema para arreglar nuestro problema ferroviario: si no vas a poner mejores trenes que lleven a Murcia, quita toda referencia a Murcia, como Mao, no pudiendo iniciar al Pueblo chino en la lectura, eliminó, muy práctico, a todos los que habían leído un libro.
"¿A dónde va usted?", preguntó la revisora cuando la inquirí sobre cuál era mi tren, si lo había. "Verá usted, joven, yo no sé a dónde voy en general, lo que sí tengo claro es dónde me quiero bajar, y me quiero bajar en la parada del tren Madrid-Cartagena que hay previa a Balsicas...", dije, a ver si le sonaba el sitio sobre poco más o menos, teniendo en mente aquella publicidad turística que se hacía de la Región en Inglaterra: "Murcia, cerca de Benidorm". Temí que la revisora me revelase que Murcia ya no era un sitio ni un destino en el mapa porque desde la última vez que usé el tren se la había tragado la tierra, o se la había tragado el déficit. Que se había unido a esos sitios improbables donde ya no se bajaba ni se subía nadie excepto alguno de Caravaca, como le ocurrió hace un tiempo a la parada de Calasparra. Menos mal que la megafonía de la estación en ese momento me sacó de mi sobrevenido desarraigo: el tren de Cartagena pararía en la estación del Carmen de Murcia, pero sospeché que sólo por piedad, por el mismo motivo que se disponen sitios vacíos en las mesas de Nochebuena esperando que se presenten los difuntos de la casa.
"Próxima estación, Murcia del Carmen", dijo por fin la megafonía del vagón en el mismo tono concentrado y mecánico que podía haber dicho: "próxima estación del Misterio Doloroso, Jesús con la cruz camino del Calvario". Y, junto con otros cuantos espectros, me bajé en ese dudoso punto que, para Renfe, ya es sólo una chincheta en la línea, que alguien desclavará el día en que se den cuenta que el tren de Madrid llega antes al ansiado mar si no frena.
fuente http://www.laopiniondemurcia.eshttp://www.laopiniondemurcia.es
En la estación de Chamartín advertí el otro día, no muy sorprendido ciertamente, que Murcia había dejado de existir. Tenía que pasar, y a mí la noticia me pilló en esa estación de tren igual que a los habitantes de Pompeya la lava del volcán los convirtió en estatuas mientras se desperezaban. Por el servicio de información de Chamartín constaté que los trenes desde Madrid ya no tenían como destino Murcia-Cartagena, lo que sucedía desde tiempo inmemorial, sino que sólo se citaba la llamada 'ciudad departamental' (hoy el departamento de la otra si acaso es Murcia). Es buen sistema para arreglar nuestro problema ferroviario: si no vas a poner mejores trenes que lleven a Murcia, quita toda referencia a Murcia, como Mao, no pudiendo iniciar al Pueblo chino en la lectura, eliminó, muy práctico, a todos los que habían leído un libro.
"¿A dónde va usted?", preguntó la revisora cuando la inquirí sobre cuál era mi tren, si lo había. "Verá usted, joven, yo no sé a dónde voy en general, lo que sí tengo claro es dónde me quiero bajar, y me quiero bajar en la parada del tren Madrid-Cartagena que hay previa a Balsicas...", dije, a ver si le sonaba el sitio sobre poco más o menos, teniendo en mente aquella publicidad turística que se hacía de la Región en Inglaterra: "Murcia, cerca de Benidorm". Temí que la revisora me revelase que Murcia ya no era un sitio ni un destino en el mapa porque desde la última vez que usé el tren se la había tragado la tierra, o se la había tragado el déficit. Que se había unido a esos sitios improbables donde ya no se bajaba ni se subía nadie excepto alguno de Caravaca, como le ocurrió hace un tiempo a la parada de Calasparra. Menos mal que la megafonía de la estación en ese momento me sacó de mi sobrevenido desarraigo: el tren de Cartagena pararía en la estación del Carmen de Murcia, pero sospeché que sólo por piedad, por el mismo motivo que se disponen sitios vacíos en las mesas de Nochebuena esperando que se presenten los difuntos de la casa.
"Próxima estación, Murcia del Carmen", dijo por fin la megafonía del vagón en el mismo tono concentrado y mecánico que podía haber dicho: "próxima estación del Misterio Doloroso, Jesús con la cruz camino del Calvario". Y, junto con otros cuantos espectros, me bajé en ese dudoso punto que, para Renfe, ya es sólo una chincheta en la línea, que alguien desclavará el día en que se den cuenta que el tren de Madrid llega antes al ansiado mar si no frena.
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