El tren de Michelin
Los creadores de la firma de
neumáticos intentaron llevar su producto al ferrocarril y engendraron un
automotor con ruedas de caucho que aún funciona en Madagascar
Los creadores de la firma de neumáticos intentaron llevar su producto al ferrocarril y engendraron un automotor con ruedas de caucho que aún funciona en Madagascar
10.04.13 -MIKEL ITURRALDE/@MikelItu |
La noche es inacabable; mucho más duradera aún cuando el
sueño te abandona. El ruido y el traqueteo imparable hacen más acuciante
el malestar del insonmio. Y, a medida que pasa el tiempo y el cuerpo
sigue sin encontrar su espacio para abandonarse a la inconsciencia, ese
efecto descarga demoledor el golpe que conduce al enojo ante esa
infernal estridencia que taladra el cerebro e impide el sosiego y la paz
para alcanzar, por fin, el descanso. Es justo en ese momento cuando la
idea, ese bosquejo escondido en lo más recóndito del pensamiento, se
abre paso y acaba por lograr la vigilia. ¿Y si se consigue amortiguar el
ruido y se reducen las sacudidas y el zarandeo?
André Michelin se hizo la pregunta durante uno de sus
habituales viajes nocturnos EN TREN entre París y Cannes. Y con el
insonmio le sobrevino la imagen. Un neumático entre la llanta y la vía
eliminaría el continuo golpeteo, suavizaría la suspensión y aumentaría
la adherencia. El patrón de la firma francesa de cubiertas, que ya se
había hecho con el mercado de bicicletas, automóviles y aviones, fijó su
objetivo inmediato en el ferrocarril. Puede ser sólo una leyenda, pero
lo cierto es que en 1929 Michelin lanza el primer prototipo de tren con
ruedas de caucho, realizado a partir de un automóvil Renault 40 CV.
Aspecto de la factoría de Michelin en Clermont Ferrand.
Michelin es algo más que una marca de neumáticos; se
percibe como una de las firmas más prestigiosas que produce artículos de
gran éxito en la industria francesa. En sus orígenes, se limitaba a la
fabricación de pelotas de caucho, aunque en poco tiempo se convirtió en
fuente privilegiada de buenas ideas e inventos que revolucionaron la
vida cotidiana en todo el mundo: neumáticos desmontables para las
bicicletas (1891), mapa de carreteras (1905), neumático radial, la guía
turística… Vinculada en su historia centenaria a productos relacionados
con el automóvil y la carretera, ha creado, además, algunos de los
iconos mundiales por el que se reconoce a la prestigiosa entidad en todo
el planeta. La famosa guía gastronómica, cuya puntuación con estrellas
provoca el éxito o el fracaso de cientos de restaurantes del mundo
entero que se pelean por asomarse a este vademécum de los sentidos, o el
personaje que ha dado nombre a la grasa superflua del cuerpo. El
muñeco, bautizado en Francia como 'Bibendum', es conocido en los países
de habla hispana con el nombre de la casa 'Michelin'.
El muñeco
De aspecto bonachón, el gigante de goma, cuyo cuerpo “lo componen una sucesión de canelones circulares inflados”, fue concebido en 1894 por un golpe mágico de inspiración de Eduardo Michelin, que, al contemplar una torre formada por los neumáticos, aseguró que, "si tuviera brazos, parecería un hombre". Su hermano André, el insomne del tren, comenzó a darle vueltas a la idea y encargó al ilustrador Marius Rossillon, que firmaba sus dibujos como O’Galop, que diera forma al esbozo. El artista creó un muñeco de abultado vientre y repleto de aire que brindaba con una jarra de cerveza, pero llena de clavos, al tiempo que exclamaba, "nunc est bibendum... a votre santé!" ("¡Es hora de beber... a su salud!"). La frase proviene, al parecer, de un verso de Horacio en latín que usaban los romanos para brindar. La palabra ‘bibendum’ quedaba en el cartel exactamente encima del muñeco y la gente pensó que ése era su nombre; y así comenzaron a llamarlo. El bautizo definitivo se atribuye al piloto de coches Charles Thery, quien durante una carrera recibió a André Michelin con la frase "aquí viene Bibendum".
De aspecto bonachón, el gigante de goma, cuyo cuerpo “lo componen una sucesión de canelones circulares inflados”, fue concebido en 1894 por un golpe mágico de inspiración de Eduardo Michelin, que, al contemplar una torre formada por los neumáticos, aseguró que, "si tuviera brazos, parecería un hombre". Su hermano André, el insomne del tren, comenzó a darle vueltas a la idea y encargó al ilustrador Marius Rossillon, que firmaba sus dibujos como O’Galop, que diera forma al esbozo. El artista creó un muñeco de abultado vientre y repleto de aire que brindaba con una jarra de cerveza, pero llena de clavos, al tiempo que exclamaba, "nunc est bibendum... a votre santé!" ("¡Es hora de beber... a su salud!"). La frase proviene, al parecer, de un verso de Horacio en latín que usaban los romanos para brindar. La palabra ‘bibendum’ quedaba en el cartel exactamente encima del muñeco y la gente pensó que ése era su nombre; y así comenzaron a llamarlo. El bautizo definitivo se atribuye al piloto de coches Charles Thery, quien durante una carrera recibió a André Michelin con la frase "aquí viene Bibendum".
Esta pomposa figura, estilizada con el paso del tiempo, ha
propiciado la imagen universal de la compañía que los hermanos Eduardo y
André fundaron en 1832 en Francia. Dedicados inicialmente a fabricar
goma, pronto se iniciaron en la producción de cubiertas. En 1891
introdujeron el primer neumático desechable y, luego, casi sin parar
mientras el mundo evolucionaba a marchas forzadas, desarrollaron una
serie de innovaciones como el aro removible y el neumático radial. En
los años 20, las carreras de coches en Estados Unidos acabaron por dar
universalidad a la figura oronda nacida en Francia, cuya fama conquistó
los cinco continentes, al mismo tiempo que se producía el avance y la
expansión de la firma francesa.
El muñeco Michelín, habitual durante muchos años en el
techo de los camiones que circulaban por nuestro país, es, sin lugar a
dudas, uno de los iconos del siglo XX y uno de los símbolos
publicitarios más famosos. Protagonista durante décadas de todo tipo de
carteles y revistas, su presencia en los pasquines antiguos está muy
cotizada y alcanza valores millonarios en las subastas especializadas.
Otro de los automotores de la firma de neumáticos.
El tren con neumáticos
El patrón de la firma de caucho cree que su invento es la
solución ideal para las líneas de tren secundarias de su país, “que se
utilizan poco debido a la baja velocidad de los vehículos y a la falta
de flexibilidad de los horarios. Además, para transportar a pocos
viajeros, se usa material muy pesado y, en consecuencia, su explotación
es muy costosa”. El artilugio, bautizado como ‘La Micheline (que hoy en
día sigue siendo sinónimo de ‘automotor’), pesa siete veces menos que el
material ferroviario clásico, con el importante ahorro que ello
implica.
Como no podía ser de otra forma, el prototipo de 1929 que
los hermanos Michelin construyen a partir del Renault 40 CV es un
híbrido; ni tren ni automóvil, sino una extraña mezcla de los dos
vehículos. Iniciada la construcción en Clermont-Ferrand, al cabo de dos
años, el exótico artilugio comienza una amplia gira de promoción por
casi toda Europa (Reino Unido, Noruega, Suecia, Bélgica, Holanda, Suiza,
Italia, Austria, Hungría, Checoslovaquia y Polonia) y Estados Unidos.
Pero sólo consigue interesar a algunas compañías locales tanto en la
metrópoli como en algunas de las colonias francesas, que firman con la
compañía Michelin pedidos de cierta entidad. De los foráneos, el
producto sólo tiene cierto éxito en los Ferrocarriles de Mozambique, aún
dependiente de Portugal.
“El primer gran inconveniente al que hubo de enfrentarse
era el del reducido peso que podían soportar los mejores neumáticos del
momento, cifrado en unos 600/700 kilos, ya que la estrecha superficie de
rodadura que ofrecían los carriles ferroviarios impedían el uso de
neumáticos más anchos y de más capacidad portante, como los empleados en
los camiones y autobuses. Este hecho motivó, por una parte, el
desarrollo de vehículos con un gran número de ruedas (existieron
Michelines con diez ejes por coche), mientras que, por otra parte, se
estudió al máximo el aligeramiento del vehículo. Posiblemente éste sea
el aspecto más importante de las investigaciones de Michelin, ya que un
menor peso muerto por viajero transportado supone también un menor
consumo y por tanto una mayor economía de explotación”. Juanjo Olaizola,
uno de los mayores expertos en historia ferroviaria de este país,
relata los problemas que los productores de neumáticos franceses
encontraron para popularizar su artilugio.
Argelia, Congo, Indonesia y Madagascar se interesan por el
producto y encargan a Michelin la fabricación de decenas de unidades,
mientras que los ferrocarriles europeos reaccionan con indiferencia ante
el nuevo artilugio, lo mismo que los americanos. Al parecer, según
cuenta Juanjo Olaizola, en la Península Ibérica muestran cierto interés
el Ferrocarril de Bilbao a Lezama y el de Lutxana a Mungia, pero la
Guerra Civil impidió que cuajara el proyecto. La crisis económica,
primero, y el conflicto bélico mundial, después, dificultaron la venta
del artilugio de la firma de gomas, que sólo cuajó en pequeños
ferrocarriles franceses y en algunas de sus colonias africanas.
La Micheline con otro de sus vehículos activos en Francia.
Los automotores de la firma de caucho fueron evolucionando
mientras pasaron los años. En 1936 surgió 'La Micheline' de 100 plazas,
que además disponía de otros 40 sitios para viajeros de pie y de
capacidad para 1.500 kilos de maletas. Movida por un motor de 400
caballos, alcanzaba una velocidad máxima de 135 kilómetros por hora,
aunque normalmente circulaba a 120. En 1937 había en Francia 90 unidades
de 'La Micheline' en servicio y otras 10 en la red colonial. Este
centenar de vehículos había recorrido en menos de cuatro años más de 14
millones de kilómetros, y muchos de ellos habían superado ya los
350.000.
Por las vías de Madagascar
Hasta finales de los años 30, la fábrica de Clermont
Ferrand fabricó los bogies, así como la suspensión y la carrocería de
unas 125 ‘Michelines’ que llegaron a circular en distintas líneas de
Francia y en las colonias.
El invento cuajó especialmente en Madagascar, donde los
automotores de la firma francesa enlazaban la capital Tananarive con el
puerto de Tamatave, un trayecto de 369 kilómetros difícil, con rampas de
25 milésimas y gran número de curvas de radio inferior a los 125
metros. La primera 'Micheline', que llegó a la isla en 1932, completó el
recorrido en 8 horas y 15 minutos; una sensible mejora frente al mejor
tren de vapor que efectuaba el mismo viaje en 14 horas. Todo un logro y
una satisfacción para los malgaches. “Gracias a la notable adherencia
que proporcionaban sus neumáticos, los automotores de Michelin podían
contribuir a reducir el tiempo de viaje al desarrollar mayores
velocidades en las duras rampas que jalonan este trayecto”, explica
Juanjo Olaizola, quien asegura que un año más tarde entraba en servicio
una segunda 'Micheline'. Los buenos resultados animaron a los
ferrocarriles de Madagascar a hacer dos nuevos pedidos en 1935 y 1938,
respectivamente. Siete unidades llegaron a circular por la isla
africana.
La carrocería, construida en aluminio y materiales muy
ligeros, le daba un aspecto que se asemejaba más a un autobús.
Funcionaban con motores de gasolina Panhard de 105 caballos y permitían
viajar sentadas a 18 personas. De reducido peso (unos 6.200 kilos),
solamente dos de los ejes del bogie delantero eran motores, mientras que
los restantes eran portadores. El resultado de estos automotores debió
de ser totalmente satisfactorio para los ferrocarriles malgaches, ya que
en 1952 adquirieron tres nuevas unidades, en este caso fabricadas por
el constructor francés Carel Fouché. Eran idénticas a las construidas
veinte años atrás salvo la motorización, en este caso encomendada a un
motor Panhard diesel de 80 CV, y algunos detalles menores.
Automotor de ruedas de caucho en el Museo Michelin..
La falta de repuestos llevó a los ferrocarriles franceses a
la definitiva retirada del servicio de sus unidades con neumáticos en
1952, aunque los vehículos malgaches siguieron operativos hasta mucho
después. En 1985 dejaron de circular en la isla (numerados como 516 y
517) los últimos automotores de este tipo debido al excesivo desgaste de
sus ruedas. Otros dos vehículos supervivientes (514 y 515) habían sido
cedidos a particulares, que los mantenían en uso como viviendas.
La multinacional francesa tuvo que hacer frente en los años
90 a una acuciante demanda: los coleccionistas reclamaban gomas
adecuadas para sus valiosos vehículos. La antigua factoría de caucho
crea en 1991 un departamento especial dedicado a la producción de
cubiertas para este exigente tipo de clientes y, al tiempo, conocedora
de la peculiar situación de los automotores malgaches, decide intervenir
para recuperarlos. Los moldes originales se conservan en Clermont
Ferrand, donde se emprende una producción especial en 1994 para que
vuelvan a la vía los vehículos 516 y 517. Michelin patrocina la
reconstrucción del coche 514, que descansa actualmente en el museo que
la factoría mantiene en la capital de la región de Auvernia, en el
centro de Francia (de vez en cuando, lo saca a la vía para una
demostración de las peculiaridades de estas unidades). El cuarto
vehículo (515) reemprende el servicio junto a sus gemelos. Las viejas
'Micheline' continúan todavía hoy haciendo recorridos turísticos en
Madagascar.
fuente http://www.elcorreo.com
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