Quienes
defendemos que la empresa pública es todavía viable y necesaria tenemos
un problema: Renfe. Es justo el ejemplo más paradigmático para los
defensores de las privatizaciones. Renfe es una empresa antigua, anquilosada, servil en lo político e incapaz de adecuar sus estructuras directivas a los tiempos.
Gestionada como un gran ministerio, Julio Gómez-Pomar Rodríguez, su
actual presidente, uno de los hombres de la ministra de Fomento, Ana
Pastor, va a tener sobre su conciencia la peor etapa de la empresa
pública.
Esta misma semana, el conseller de Política Territorial, Santi
Vila, todavía nuevo en la plaza, insinuó que el Govern de Artur Mas
puede plantearse quitarle a Renfe la gestión del sistema catalán de
trenes de cercanías. Dijo que Ferrocarrils de la Generalitat está en
condiciones de asumirlo. Pues, de verdad, que se lo estudie. Que Renfe siga operando este negocio y este servicio público es un insulto a la inteligencia de los catalanes.
No hay día sin incidencia, retrasos, catenarias rotas, líneas
paralizadas... Creyeron que ofreciendo información sobre ello era
suficiente para calmar a los sufridos usuarios, hartos de tanta
incompetencia. Y no, por más notas de prensa que nos remitan, por más
buenas palabras y por más que sigan diciendo que la culpa de todo la
tiene la falta de inversión y que ellos no son responsables, nos
acercamos ya el momento de decirles ¡basta!
Catalunya, un 20% del PIB español, una de las mayores concentraciones
urbanas de Europa, un lugar donde las comunicaciones no son
especialmente agraciadas por culpa de generaciones de gobernantes
ineptos, lo de Renfe y su operativa con trenes de proximidad es otra
vergüenza más.
Así que animo al conseller Vila a que escriba a Gómez-Pomar y le dé un ultimátum. El definitivo.
Desde la perspectiva del realismo político dudo de que tengamos suerte
en este sentido. La nueva política de CiU para recuperar su papel
bisagra en España y ser un pragmático negociador financiero hace difícil
que el conseller le diga a la ministra que se carga a la operadora pública.
Por más que Renfe se jacte de un AVE comprado a precio de árabe, con
unas inversiones que jamás se amortizarán, mantiene todos sus
contrasentidos conceptuales, de ministerio con material rodante debajo.
Vean por ejemplo su clase turista, la más utilizada, incapaz de
mantener una conexión de telefonía móvil sin interrupciones, sin wi-fi,
sin conectores para equipos informáticos y a unos precios todavía
abusivos, desde el billete hasta la cafetería.
Por eso, no puede sacar pecho. Por más modernidad que pretenda
aparentar, cuando gestiona las cercanías, cuando se ocupa de la cultura
más ancestral de los ferrocarriles, es un auténtico desastre. No es una empresa pública, es una empresa funcionarial, del poder, básicamente madrileña y de concepción radial.
Lo evidencia en todas y cada una de sus actuaciones con respecto a la
red ferroviaria de Catalunya. Mientras no demuestre lo contrario, Renfe es un fiasco para los catalanes. Nos obliga a todos a seguir su evolución de forma esceupulosa, porque su crédito se lo ha dilapidado. O mejora, o mejor fuera…
fuente http://www.economiadigital.es
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