El Metro de Málaga, o metro de la discordia a juzgar por las polémicas del último año, sigue siendo el metro
sine die, a
falta del dinero que tiene que llegar de Bruselas para su puesta en
funcionamiento comercial. Aún así, la Junta de Andalucía ha escenificado
en Málaga la conclusión de las dos primeras líneas del suburbano y, por
supuesto, no se cabía de políticos en el vagón corrido que ha hecho la
ruta
desde El Perchel (María Zambrano) al Palacio de los Deportes José María Martín Carpena. Un trayecto veloz de nueve minutos que tampoco hace hoy parada en todas sus estaciones.
Han estado todos los que han ido protagonizando esta telenovela en la
que se ha convertido la materialización del subterráneo en la ciudad.
Con capítulos todavía pendientes. Todos, todos. Y se han dado palmaditas
en la espalda y han sonreído como si nunca hubieran tenido diferencias y
el 'juguete' no le hubiera salido a todos los malagueños y andaluces
por un ojo de la cara. Aunque no estaba en la convocatoria de rueda de
prensa de la Junta, pero sí invitado por a institución,
el alcalde, Francisco de la Torre, ha utilizado también este servicio y ha acaparado parte del protagonismo.
El primero que ha comprobado la
accesibilidad del recinto ha
sido el concejal del ramo, Raúl López, quien ha pasado el primero sobre
su silla de ruedas por el torno de valvulina delante de la nube de
consejeros, delegados, asesores de delegados, chóferes, responsables de
gabinetes de prensa, concejales, responsables de distrito, periodistas y
fotógrafos. La ocasión ha sido histórica; después de todos los ríos de
tinta que han corrido sobre el tema nadie quería perderse la ocasión de
sentar los reales en tan carísimo medio de transporte público.
Fotos a todo
El metro ha sorprendido sorprendió a propios y extraños por unas u otras razones y por supuesto, como
el viaje era gratis,
Málaga entera ha estado preparada para darse una vuelta por donde fuera
antes de que el paso por taquilla atempere el frenesí por conocerlo por
dentro. Fotos y más fotos es lo que todo el mundo ha hecho. Hasta a las
máquinas expendedoras de billetes, a los letreros de las estaciones, a
los de Prosegur que hasta ahora son los únicos casi contratados, a los
dos amigos cogidos del brazo como si estuvieran de visita en el
Bernabeu, a una pareja de guiris que se habían colado en la puesta de
largo, y muchos niños cual parque de atracciones.
Ha habido familias enteras con el abuelo y todo. Padres que habían sacado a pasear a sus pequeños y las dos pensionistas que iban al centro a comprar regalos.
La cosa ha tenido su gracia cuando ya dentro del vagón, el conductor
ha dado el aviso de salida y han sonado como dos toques de campana de un
trono, emulando a los trenes antiguos. Todo el mundo ha mirado al
alcalde. Los comentarios más generalizados han sido sobre la poca
cobertura de móvil de las estaciones y sobre el gris austeridad que
la consejera de Fomento, Elena Cortés (IU),
ha decidido imprimirle a todas las paredes y techos, en una ciudad tan
luminosa y picassiana. El diseño exterior de las máquinas es lo único
alegre por ahora en el metro.
"A mi no me gustan las paredes tan tristes, Mari, que parece esto un
almacén 'robao'", le ha dicho una mujer a otra mientras que los
periodistas lo primero que han comentado ha sido el error de las
pegatinas de ruta del interior del vagón que todavía marcan la ya vieja
prolongación del metro por el centro hasta La Malagueta, con paradas previas en La Marina. "Eso hay que cambiarlo", le ha dicho un concejal a un delegado con media sonrisa.
Por dentro, los malagueños han coincidido en aprobar la comodidad,
amplitud y suavidad del vagón, con abundantes pantallas que van
geolocalizando el recorrido, con su hora, su temperatura, su fecha y su
publicidad por poner.
Según los técnicos presentes este metro presenta
lo último en tecnología y
a mucha gente le ha recordado a los autobuses nuevos de la EMT por
dentro. "Más moderno que el de Sevilla y el de Granada", aseguraba un
técnico de la Junta mientras un chófer que se había colado de rondón se
preocupada de saber por qué a una estación de la línea 2 le habían
puesto el nombre de La Isla, "¿Es que estamos en San Fernando?", ha
bromeado por tan desconocida designación.
Los niños por su parte se han pegado a los cristales transparentes de
la cabina delantera desde donde es posible ver los túneles y las
pantallas que van guiando al conductor en tan oscuros pasadizos. Un
periodista le ha lanzado a otro entonces una pregunta, "¿Nos dirán ya
hoy cuando se inaugura?", "No lo creo -ha respondido el otro-, no van a
decirnos que el 14 del 14 del 14, ¿no?", ha concluido con risas.
fuente
El Mundo