El tren de la bruja
Los amigos del Ministerio de Fomento nos van a dar por
todos lados. No solo se guardan en el cajón de los siete candados el
proyecto del anillo ferroviario de Antequera, no sea que alguien lo vea y
se le antoje; sino que ahora resulta que el AVE que nos iba a poner más
cerca de los hermanos granadinos se parece cada día más al tren de la
bruja de los niños en una feria de agosto en el Real. Vamos, que se
puede llamar de todas las maneras que a los gurús del marketing político
se les ocurra para justificar el chapú; pero si no tiene una doble vía,
no es alta velocidad.
Tener dos carriles es importante, y cualquiera lo puede
entender. Primero, porque da mucha más capacidad de tráfico: los trenes
hacia Málaga o Madrid pueden ir por una y los destino Granada, por la
otra. ¿A qué no hay que ser ingeniero para entenderlo? Pues eso. Ahora,
los convoyes solo se podrán cruzar en unas estructuras que se llaman,
precisamente, puntos de adelantamiento y en las estaciones intermedias,
lo que ralentiza toda la operativa. Por no mencionar el día que un S-112
amanezca con los cables cruzados y le dé por pararse en medio de la
-única- vía. Tocará joderse y aguantarse con la traza ocupada hasta que
se pueda reparar. Por suerte pasa con poca frecuencia, gracias al
mantenimiento extremo que les hacen los técnicos de Talgo.
Pero lo peor no es eso: es que esta opción presupone que
las conexiones desde la capital de la Alhambra hacia Madrid y la Costa
del Sol serán más bien poquitas; como si se estuviera hablando de algún
rincón remoto de las Castillas -donde por cierto, los carriles son
doble- y no de la unión de dos de los principales referentes turísticos y
culturales del país entre sí y con la capital española. Con una
cortedad de miras inquietante. Cuando se abra la posibilidad de conectar
con Levante, Aragón y Cataluña, ¿también será suficiente con una vía? Y
todo por ahorrarse un duro y llegar a tiempo para inaugurar algo.
Esta es una de esas decisiones sobre la que dentro de diez
años alguien, en un artículo como este, reflexionará y se preguntará
quién fue el listo que lo propuso. Y quiénes los cómplices que se
callaron por intereses partidistas, para que Granada tuviera a tiempo de
unas elecciones su tren de la bruja.
fuente Sur
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