Museo doméstico del ferrocarril
Un vecino de Monforte posee una amplia colección de material ferroviario
Buena parte de los fondos de este singular museo
privado proceceden del antiguo Depósito de Tracción Vapor, en el que
Antonio -que ahora tiene 83 años- trabajó como administrativo desde
1950. Cuando se reformó este centro, muchos materiales obsoletos y
averiados que se guardaban en él fueron destinados a la chatarra. Para
evitar que se perdiera ese patrimonio, se hizo con todas las piezas que
pudo y las fue restaurando con la ayuda de su mujer, Margarita Fernández
Rodríguez, hija de otro ferroviario. «Prácticamente lo hizo todo ella»,
dice. Tras su jubilación, en 1992, pudo dedicar más tiempo a cuidar y
enriquecer su museo, al que también contribuyeron varios compañeros de
trabajo que aportaron diversos elementos.
Piezas favoritas
El coleccionista aprecia especialmente algunas
piezas por su rareza, su antigüedad o su valor sentimental. Entre sus
favoritas están una calculadora mecánica y una prensa -fabricada en
1883, año en que se fundó la estación monfortina- que se usaron en las
oficinas del depósito. También valora mucho las ollas ferrocarrileras,
que se acoplaban a la caldera de la locomotora y eran de gran utilidad
para cocinar en pleno trayecto en una época en la que maquinistas y
fogoneros solían trabajar doce o catorce horas seguidas. Una de ellas
perteneció a su suegro y lleva una placa con su nombre, José Fernández
Cubelos.
Una de las secciones del museo la ocupa una
amplia colección de faroles de mano y candiles alimentados por aceite,
carburo o gas. Estas lámparas iluminaron las instalaciones y oficinas de
la estación y fueron imprescindibles para la señalización de los trenes
y el trabajo diario del personal de maniobras. Los de carburo se
destinaban a los operarios del llamado tren de socorro.
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